El turismo es una ACTIVIDAD donde la originalidad, es un valor en alza, y donde lo nuevo queda viejo pronto. Las Autoridades del Estado (Nación, Provincia, Municipios), empresas privadas... Todos a la caza del mejor logotipo. Uno bueno es una excelente imagen. Aporta prestigio y configura una realidad. Los equipos de diseño se rompen los sesos para crear marcas turísticas. La imagen se puede aplicar tanto a la imagen de una organización como a la función que tiene la imagen de un país. En la primera función de la imagen, se busca aquello que hace única a la empresa o a un país. Se descubren aquellos aspectos de su historia que merecen ser destacados, sus valores positivos y en síntesis los rasgos que lo convierten en lo que es el país. La búsqueda de la identidad, lleva además un proceso de selección de los puntos fuertes, pero siempre en función de una estrategia de imagen que diferencie al país y que lo destaque frente a sus competidores.En los logos españoles y de gran parte del mundo turístico, todo empezó con Joan Miró. Rojo, amarillo y negro. Un sol y una estrella. Unas letras que tiemblan como si estuvieran vivas. Sin darse cuenta, el artista reventó los rancios estereotipos que el resto del mundo tenía de España. Porque la pintura, apenas unos trazos de corte naíf, es desde 1983 el grafismo promocional del país. Fue un logo de enorme impacto. Ambiguo y curioso. Con un toque muy culto y nada cutre. Una imagen vanguardista. La nueva “marca Argentina”, también lo es.
La imagen se puede aplicar tanto a la imagen de una organización como a la función que tiene la imagen de un país. En la primera función de la imagen, se busca aquello que hace única a la empresa o a un país. Se descubren aquellos aspectos de su historia que merecen ser destacados, sus valores positivos y en síntesis los rasgos que lo convierten en lo que es el país. La búsqueda de la identidad, lleva además un proceso de selección de los puntos fuertes, pero siempre en función de una estrategia de imagen que diferencie al país y que lo destaque frente a sus competidores.
La identidad es la sustancia diferenciadora y la cultura es su vehículo y su forma más sólida de expresión en la comunicación. Sobre estos cimientos se edifica y se expresa hacia el entorno social y los mercados la personalidad corporativa, un valor que singulariza las relaciones y las transacciones de la organización con sus diversos públicos. La personalidad corporativa se comunica por medio de la conducta organizacional y la comunicación.
Autor: Antonio Torrejón
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