Alejandro Díaz, CEO de la AmCham, confía en el país como un exportador de servicios. Hoy esas ventas suman US$ 3800 millones
Luego de trabajar durante varios años en compañías norteamericanas, Alejandro Díaz se mudó a las oficinas de la AmCham -la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en la Argentina- para ocupar el sillón de CEO. Su trabajo es pendular en un país como la Argentina y su relación con Estados Unidos. Y no se agota en la simple promoción de exportaciones locales o de búsqueda de representantes para empresas norteamericanas. Asume las veces el rol de negociador, de portavoz, de representante de multinacionales aquí radicadas frente a todo tipo de instituciones y, sobre todo, frente al Gobierno.
Por estos días, muchos de los principales asociados de la AmCham sudan frío por los avatares regulatorios argentinos, desde las licencias no automáticas hasta las reformas impositivas para la entrada de insumos de alta tecnología.
Díaz cree que el empresario argentino comparte mucho de los aspectos culturales del norteamericano, pero que hay una enorme brecha frente a los problemas: "Mientras el norteamericano es pragmático y busca la solución rápidamente, acá se pierde mucho tiempo buscando las causas de los problemas".
Firme impulsor de la capacidad local para la exportación de todo tipo de servicios, Díaz lamentó el desfase que existe entre políticas productivas y necesidades del mercado. Hay una proliferación de barreras y complejidades de las que no sé si se comprende el impacto que genera", dijo en diálogo con LA NACION.
-¿Se refiere a las importaciones?
-Me refiero a las licencias automáticas que pasaron a ser no automáticas. Son una herramienta de control, y es comprensible. En cambio, no es entendible que un importador histórico deba esperar 30 días para validar su condición e iniciar el trámite de la licencia. Puede entenderse la estrategia política de ser cuidadosos en el impacto económico de la importación de insumos. Pero hay políticas que no se entienden muy bien, como la prohibición de importar tecnología usada de algo que no se fabrica, pero se usa en el país, como los cajeros automáticos, y cuya tecnología fue superada en el exterior, por lo que dejaron de fabricar repuestos. En ese caso, no se está buscando una sustitución de importaciones y encima se agrava más el retraso tecnológico. Esto pasa en líneas de producción, de envasado, de llenado, etcétera.
Díaz comentó a propósito el proyecto de ley enviado por el Ejecutivo al Congreso para aumentarle la alícuota de IVA e ingresos brutos a notebooks, equipos de audio, celulares, teléfonos inalámbricos, plasmas, monitores, LCD y aire acondicionados.
-¿Qué impacto va a tener esto en el consumo?
-Va a aumentar un 30% el precio final. ¿Cuánto es la porción de lo importado que potencialmente puede llegar a fabricarse en cinco años en el país? ¿Lo que se fabrica acá puede abastecer la demanda interna? La empresa radicada que produce parte acá y la otra parte la importa, ahora pasaría a tener un IVA del 21% y a tributar alícuotas del 17% de impuestos internos que trasladará al consumidor. Se limita la llegada de tecnología de punta mientras hablamos de un proyecto de una computadora por niño. Aumenta la brecha digital cuando lo que se pretendía era reducirla y que todos pudieran acceder a Internet. Subimos el costo de la tecnología, porque el 80% de los insumos son importados.
-Viendo el patrón productivo local y el de consumo norteamericano, ¿los servicios tienen más posibilidades de exportación?
-Creo que la Argentina tiene todavía enormes posibilidades si replantea su estrategia exportadora en lo que hace a insumos alimenticios, originados en la agroindustria. En servicios, la Argentina exporta unos US$ 3800 millones, casi accidentalmente, en ingeniería, servicios contables, tecnología y servicios médicos, entre otros. Con la India, la Argentina es el único país en el que IBM tiene un centro de desarrollo fuera de los Estados Unidos. Acá aumentó su dotación de 2500 a 7000 empleados. Los contact center pasaron de 200 posiciones en 2002 a 65.000 en la actualidad. La Argentina genera servicios de valor, no puede competir en cantidad con la India, porque tiene 3000 ingenieros graduados por año y la India, 200.000. Pero sí puede contribuir a generar entornos para que se radiquen las tecnologías de punta y poder competir así con países como Escandinavia o Irlanda.
-Ese monto ubica a los servicios en el top five de las exportaciones del país. ¿Cómo está el tema de políticas para el sector?
-Es el gran problema. Hace tres años que venimos tratando de comunicar la importancia de generar un marco regulatorio que incentive el desarrollo de estas industrias por lo que genera de exportaciones, porque significa mano de obra intensiva y calificada y porque es diferencial estratégico de posicionamiento argentino. Pero hay tres problemas: el financiero, porque muchos son pequeños centros de desarrollo, pymes, que se autofinancian; la mano de obra, que es escasa, y esto lleva al tercer punto, que es la necesidad de planificar entre el Estado, la academia y las empresas una política que vincule currículo con demandas del mercado laboral.
El sector público debe delinear las políticas educativas en función de las necesidades del mercado laboral, apalancándose en los marcos académicos, sin que éste genere prurito. Hace falta generar ese entorno de discusión tripartito.
-¿Qué tipo de incentivos necesita la industria de los servicios?
-Hay que regular por lo positivo, es decir, con incentivos, no con limitaciones. Por ejemplo, que existan incentivos para formalizar la registración de personas en un país donde la industria sigue teniendo el 39% del empleo en negro. Y que los marcos impositivos premie la radicación de empresas. En los Estados Unidos, los servicios representan el 72% del PBI. Acá están dadas las condiciones para delinear una estrategia al respecto.
Por Emiliano Galli
LA NACION
La cosmovisión norteamericana frente a la crisis
-¿Hay algo en la forma de ser, en la cosmovisión del norteamericano, que los ayude a salir más rápido de la crisis?
-Es un tema del génesis de la cultura americana, que se basa en tres grandes pilares: la religión protestante, que tiene un enfoque distinto en la resolución de los problemas; el carácter entrepreneur del norteamericano, y un positivismo muy pragmático, que les permite asumir errores rápidamente, mientras nosotros seguimos viendo quién tiene la culpa.
-¿Cómo lo ve al empresario argentino bajo estos parámetros? -El argentino es el tango. Siempre hay algún problema, alguna queja. Se busca explicar más la problemática y, por eso, se tarda más en resolver los problemas. Ojo, que este fenómeno de crisis no es habitual para el norteamericano, que está acostumbrado a que el problema esté fuera.
-¿La crisis traerá un nuevo modelo en los Estados Unidos?
-Seguro. No sé si un replanteo profundo del capitalismo, pero sí un capitalismo social, en el que el único objetivo no sea maximizar los resultados, como el paradigma del quarter [equivalente al trimestre], en el que uno tiene que hacer crecer las acciones, y cada quarter informar el rendimiento a la Bolsa. Eso condiciona una búsqueda despiadada de la rentabilidad cada tres meses. Tienen que buscar una economía más sustentable, con nuevas variables, como lo social y el medio ambiente.
-Una de las primeras medidas de Obama tuvo reminiscencia proteccionista, el "compre lo nacional". ¿Es algo coyuntural?
-Creo que sí. Hay algo implícito en mentalidad del americano: les molesta las regulaciones. Todo lo que sea intervencionismo va en contra de la cultura americana.
-¿Acá pasa todo lo contrario?
-No sé si tenemos una idiosincrasia definida al respecto. Los extremos son malos. Una excesiva libertad a los mercados hace que los mercados no se autorregulen. La intervención en áreas tiene que ser puntual, por ejemplo, para balancear y equilibrar las fuerzas económicas, pero por un período corto. El rol del Estado es participar inteligentemente en el desarrollo económico de un país. Después, se entra en la discusión bizantina de la ideología.
Sin novedades desde 2004
Con el 7% del total exportado en 2008, Estados Unidos es el tercer destino de las exportaciones argentinas. ¿Hubo en los ultimos años una decisión política de incrementar el intercambio bilateral?, consultó LA NACION. "La última reunión para trabajar sobre la relación bilateral en lo que hace a preferencias fue en abril de 2004. No sé si eso te dice algo?", respondió.
-¿A usted qué le dice eso?
-Que no se hizo mucho más.
-¿Por qué la Argentina avanzó mucho con México y tan poco con los Estados Unidos?
-La competencia es alta, pero la metodología de penetración en los Estados Unidos es abierta: hay que mostrar diferenciación y sofisticación. El SGP [Sistema Generalizado de Preferencias, mecanismo unilateral por el cual los Estados Unidos rebaja aranceles a determinados productos de importación] allana los costos para entrar. Es un punto medio entre el bloqueo y un tratado de libre comercio, que sé que a Chile y a Perú, y esperemos que pronto a Colombia, los benefició mucho en la ampliación del portfolio de exportaciones.
-¿Uruguay avanzó en algo?
-Aumentó las preferencias y generó un clima de confianza política que mejoró la vinculación comercial. La realidad es que la Argentina, en las mismas industrias que el Uruguay, tiene mucho mayor potencial. Hay que tratar de explotarlo de manera inteligente.
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