29 abril 2010

Aerolíneas Argentinas: La visión de su Presidente, Mariano Recalde

CIUDAD DE BUENOS AIRES (http://www.lanación.com.ar/) - A principios de los 90, Aerolíneas Argentinas, nuestra línea de bandera, se convirtió en una de las primeras empresas públicas sometidas a la privatización.

Si bien no puede negarse que la empresa atravesaba entonces una situación comprometida, tampoco puede discutirse que el traspaso a manos privadas fue precipitado, desaprensivo e irresponsable.

La historia de las dos décadas transcurridas desde entonces es una historia de abandono y vaciamiento. Iberia adquirió la compañía en 1990, pero fue Aerolíneas la que debió endeudarse a tasas siderales para pagar su propia adquisición.

Entonces, la línea estatal española estaba embarcada en una política de expansión en América latina, que la llevó a adquirir también la venezolana Viasa y la chilena Ladeco.

Pero con la estrepitosa quiebra de Viasa la estrategia fue abandonada y, para reducir los daños, se liquidaron los activos de Aerolíneas. Entre ellos, se vendieron los simuladores de vuelo y su flota propia, de 28 aviones.

En 1998, Iberia le entregó el control de la empresa a American Airlines por un corto lapso.

Luego cayó en manos de la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), del gobierno español. Se cierra así el ciclo de Iberia-American, cuyo saldo fue una empresa paralizada, concursada y endeudada en 1200 millones de dólares.

Es entonces cuando la SEPI vende su tenencia accionaria al grupo Marsans.

Durante los 20 años de gestión privada, la empresa fue sometida a una sistemática desinversión. Con los dueños que tuvo, no es raro que haya perdido la participación que tenía en el mercado y tampoco que haya abandonado su papel como instrumento para el desarrollo económico y social y para la integración regional.

En julio de 2008, al momento del rescate por parte del Estado nacional, Marsans había dejado de pagar los sueldos; de las 88 aeronaves que tenía (algunas propias y otras alquiladas), sólo volaban 26; se había acumulado un pasivo cercano a los 700 millones de dólares, y la compañía esperaba tener pérdidas en ese año de 800 millones de dólares.

La tarea que le esperaba a la administración pública era gigantesca, más aún en un marco de crisis internacional y de emergencia del sector aerocomercial mundial.

No bien me hice cargo de la gestión de la empresa puse en marcha un programa de transición con un conjunto de objetivos de corto plazo: reducir los costos, incrementar ingresos, reestructurar los pasivos, invertir en el mantenimiento de la flota, transparentar la administración. Aerolíneas había perdido gran parte de sus pasajeros a fuerza de cancelaciones y demoras.

Sin embargo, no todo era negativo: la gente prefiere volar en Aerolíneas. Lo que hacía falta era reconquistarla con prepotencia de trabajo. Y los trabajadores de Aerolíneas tienen siempre la camiseta puesta.

Los frutos se dejaron ver muy rápidamente. Aerolíneas y Austral alcanzaron niveles de puntualidad por encima de la competencia, las cancelaciones se redujeron por debajo de los promedios de la industria, los reclamos cada diez mil pasajeros bajaron a una décima parte, se incrementaron los destinos y también las frecuencias, subió la cantidad de pasajeros de manera exponencial (en marzo, viajó por Aerolíneas un 30% más que en el mismo mes del año anterior, lo que representa 140.000 personas que volvieron a confiar), en ese período la facturación aumentó un 46% y todo eso se va traduciendo en una reducción paulatina del déficit operativo.

A la par, hemos logrado mejorar el servicio con la internacionalización del Aeroparque Metropolitano, la mejora del servicio de a bordo, el relanzamiento de productos como el "Visite Argentina", etc.

Sin embargo, nada de esto es tan importante como otra tarea, de largo plazo, que se está realizando en paralelo: la implementación del plan estratégico quinquenal de la empresa, aprobado por el Congreso de la Nación y también corroborado por la prestigiosa consultora internacional Oliver Wyman.

La columna vertebral de la nueva Aerolíneas Argentina estará dada por una flota moderna y eficiente que se renovará por completo. Sobre esta base se podrá ampliar la operación y mejorar sustancialmente la calidad del servicio.

En la actualidad, llega a 20 destinos en el país a los que ninguna otra empresa vuela porque no es comercialmente conveniente.

A la par, trabajamos realizando todos los cambios necesarios para que las cuentas de la empresa salgan del rojo.

Según las proyecciones, en 2011, Aerolíneas tendrá un déficit mínimo y en 2012 comenzará a dar superávit.

Me parece sensato considerar los aportes que realiza el Estado no como un gasto, sino como una inversión para la recuperación de la línea de bandera. Aerolíneas comenzará a devolver estos fondos aportados con creces en unos pocos años, una vez que junto con los trabajadores y con nuestros pasajeros hayamos conseguido ponerla nuevamente de pie, después de décadas de virtual saqueo y mala administración.

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