16 septiembre 2007

¿Qué le dirías a un dirigente político de tu pais si te preguntara: sirve el enfoque sistémico para el manejo de la cosa pública? ¿Por qué?


La inminente llegada del Presidente de la Nación, Dr. Néstor Kirchner, a nuestra Tierra del Fuego, me obliga inconscientemente a generar un pensamiento reflexivo como mensaje político espontáneo, de ciudadano, porque sigo percibiendo que :


1) La administración de los recursos naturales no es suficientemente conservadora y, a veces, se asemeja a un saqueo progresivo y solapado (bosques, agua, recursos del mar, quizás fertilidad del suelo en algunas zonas). El saqueo es a veces clandestino y en detrimento del interés nacional.


2) Los recursos genuinos obtenidos del entorno (renovables o no) son frecuentemente malgastados, y que la inmensa mayoría de los ciudadanos no sólo no se preocupa por ello, sino que en muchos casos participa colectivamente del despilfarro, en general sin tener siquiera conciencia del hecho (en rigor de verdad este fenómeno es también mundial)


3) La posibilidad de instalar y mantener al sistema Argentina, en estado de equilibrio dinámico se dilapida y que las mejoras deseables y seguramente factibles (por ejemplo, en alimentación, salud y educación) se postergan indefinidamente



"El pescado se pudre a partir de la cabeza"(Proverbio ruso)


Para entender mejor este proverbio bien vale un ejemplo ilustrativo.

Pablo gozaba de buena salud. Era fuerte, inteligente, activo y exitoso. Dueño de una próspera empresa industrial. Pero algunas células dejaron de reconocer su pertenencia al organismo de Pablo como sistema biológico indivisible y renegaron de su dependencia en relación con él mismo. Crecieron y proliferaron por su cuenta, captando de manera creciente recursos de su organismo sin devolverle nada a cambio. O sea, Pablo enfermó .
Tan grave enfermedad trajo, entre otras consecuencias, la pérdida del control de todas sus actividades, que se desorganizaron rápidamente. Al cabo de pocos meses falleció, dejando en la ruina todo su patrimonio.
Esta triste historia puede trasladarse fácilmente al terreno político: Cuando un grupo proliferante de parásitos, no funcional pero devorador de recursos, se apodera de los centros vitales de una sociedad y vive a expensas de la misma sin aportar nada positivo a cambio, termina por sumirla en una crisis que puede resultar destructiva. Después de un largo período de multiplicación silenciosa, tal grupo pone finalmente en peligro la sobrevivencia del Estado como sistema específico de coordinación general del sistema económico-socio-político global, que es la empresa de todos, la propia Nación.


La diferencia entre esa enfermedad y una dirigencia política incompetente y más o menos corrupta, es que esta última tiene (o tendría que tener...) la capacidad mental y ética necesaria para regir su propia conducta de forma tal que no sea a la vez destructiva y auto-destructiva.


Si es que la tiene, puede actuar como subsistema directorial en la sociedad, de manera no contradictoria con las necesidades imprescindibles para la sobrevivencia del sistema en su conjunto.

Si no la tiene, actuará como parásito destructor y, en última instancia, será eliminado en caso de atravesar la sociedad un episodio de revulsión revolucionaria violenta que incluso, puede llevarla a perecer.


Por eso es indispensable que los políticos - en cualquier nivel: municipal, provincial o nacional - entiendan que se comprometen, que asumen la responsabilidad de manejar un conjunto complejo de actividades interrelacionadas e interdependientes, o sea un sistema en el sentido del enfoque metodológico propuesto por la sistémica.


Su trabajo específico debe ser de armonización del sistema municipal, provincial o nacional con su entorno (tanto ecológico como político y económico exterior), al igual que la honesta permanente armonización interior entre los distintos grupos participantes en la sociedad.


Podrían por cierto abusar del sistema que pretenden regir, durante un periodo más o menos prolongado. Pero el precio será la desorganización y la degradación, que inevitablemente llevarán a una crisis grave.


Si por el contrario, quieren hacer de manera seria y responsable el trabajo para el cual se propusieron y por el cual se les otorga un salario y numerosas otras ventajas, entonces deben hacer un esfuerzo serio y prolongado para dejar de ser manoseadores deshonestos y/o chapuceros incompetentes.


Los modelos sistémicos describen con precisión la naturaleza, las estructuras y el modo de funcionamiento de los sistemas complejos, siendo los sistemas socio-políticos los más complejos de todos estos.


Pueden destacarse en particular los aspectos siguientes:


Ningún sistema vive en el vacío. Necesita desde su entorno una constante corriente de ingresos de energía, materia e información y, a su vez, emite hacia su mismo entorno una corriente de egresos de energía, materia e información transformados.

Es necesario, y posible, establecer con claridad y precisión la naturaleza cualitativa y los balances cuantitativos de estos ingresos y egresos.

Es también necesario y posible, establecer los ritmos de estos intercambios entre el sistema y su entorno, o, en otros términos, la dinámica más o menos variable de los mismos. De eso deben servir por ejemplo los presupuestos y la contabilidad nacional, esta última manejada en lo posible en tiempo más o menos real. Sin ello ninguna gestión seria - ecológica, económica, social o política - es posible, tal como ha quedado demostrado en la Argentina, por lo menos en la mayor parte del siglo 20.


Cualquier sistema tiene asimismo modos de funcionamiento interno bien definidos. También existen modelos de interrelaciones e interconexiones entre partes distintas del sistema que permiten estudiarlas y evaluar el carácter más o menos adecuado o inadecuado de estas interdependencias y funcionamiento.

Sin querer abusar de la analogía, puede decirse que las sociedades humanas tienen modos de funcionamiento relativamente similares a las funciones vitales en los organismos biológicos. Como éstos, comportan reguladores que mantienen el equilibrio interno general, si no se los trastoca mediante manipulaciones imprudentes o incorrectas.


Un ejemplo es la separación de los poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, entendida, no como un simple formalismo, sino como un permanente instrumento de balanceo social.

Otro ejemplo es la autonomía del organismo encargado de la emisión y circulación monetaria.

Un político que no entiende estos modelos funcionales, o que los manipula por simple oportunismo o fines espurios, es un irresponsable peligroso.


La función política se extiende igualmente en la dimensión del tiempo.

La evolución de los sistemas en general y de los sistemas económicos y sociales en particular, nunca es totalmente predecible.

Existen modelos sistémicos (y otros) para mejorar esta previsibilidad.

En vista de que las responsabilidades que se asumen suelen tener portentosas proyecciones futuras (caso de la deuda externa - y de la deuda interna, por ejemplo), no es admisible que el político proponga o tome medidas sin preocuparse de sus posibles consecuencias a mediano y a largo plazo. Siempre corre el riesgo de equivocarse, o de no percibir efectos dificilmente previsibles. Pero ello no es excusa válida para no preocuparse. Al menos, unos cuantos modelos y métodos sistémicos permiten mejorar notablemente la previsibilidad y el político que ignora su existencia, o que elige no preocuparse, no puede tener disculpa alguna.

Sabemos por experiencia cómo las políticas improvisadas, oportunistas o elaboradas en función de fines poco claros, suelen desembocar en grandes desastres.


En síntesis, la función política es la rectora suprema en las sociedades, y se ha tornado ahora también en la más dificil de ejercer, en vista de su carácter global.

Para mejorar su ejercicio han aparecido y siguen apareciendo métodos y modelos para el entendimiento de los comportamientos de las entidades complejas.


Cualquier persona responsable que pretende participar en política tiene ciertamente el deber - pero también la posibilidad - de conocer estos métodos y modelos en vista a calificarse para la actividad que pretende ejercer. Y además, sería positivo que el mayor número posible de ciudadanos tenga un conocimiento tan bueno como posible de los mismos, porque les otorgaría entendimiento, y potencialmente, capacidad de control.


(Texto reproducido del libro: Enrique Herrscher y colaboradores: "Pensamiento sistémico: Caminar el cambio; Cambiar el camino"- Granica 2002 ) con autorización de sus autores.

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