Paul Krugman, Nobel de Economía, ha escrito: “Si quieren saber el porqué de la crisis mundial, mírenlo así: es la venganza del exceso”. Porque más allá de banqueros, agentes financieros y políticos profesionales, la crisis es el resultado del exceso y del derroche, de un modelo económico que, demostrado hasta el cansancio, sólo sirve a una minoría. A costa de la mayoría.
Serge Latouche, profesor de Economía de la Universidad de París-Sud, rechaza también esta sociedad de excesos. Latouche es partidario del decrecimiento. Decrecimiento es repudiar el intocable dogma del crecimiento económico como único camino, porque la historia del último medio siglo nos dice que el crecimiento no impide las crisis. Por eso Latouche opina que “la crisis es una buena noticia”, aunque teme que gobiernos y poderes económicos no ataquen las verdaderas causas del desastre. Tal vez cambien algo. Quizás para que nada cambie. Mantendrán el sistema actual, un capitalismo basado en el crecimiento, los combustibles de origen fósil y la industria de automoción y la del ladrillo y cemento. Por tanto, no se trata sólo de lograr mayor regulación y control de entidades financieras y bancos, que sí. Tampoco de aumentar el gasto público, que también.
Hay que echar por la borda esas directrices, pretendidos principios científicos inmutables, que conforman el nefasto ‘consenso de Washington’: privatizarlo todo, todo es mercado, reformar impuestos (léase rebajarlos a los más ricos), liberalizar tasas de interés, nada de normas ni reglas para el capital (bancos y entidades financieras hacen los que les dé la gana)… Pero lamentablemente no se tiene noticia de que en el G20 de Londres se vaya a enterrar el ‘consenso’.
Estados Unidos y Reino Unido apostaban por más dinero público para estimular la economía, aunque también querían normas para los grandes fondos de inversión de riesgo (hedge funds), más capital para Banco Mundial y FMI, supervisión de los agentes y mercados financieros... Francia y Alemania exigían concretar el control del mundo financiero: lista negra de paraísos fiscales, de sanciones, supervisión de retribuciones de directivos, todos los hedge funds bajo control (no sólo los grandes)…
Finalmente, el G20 ha acordado crear un organismo con amplios poderes de supervisión del mundo financiero, que endurecerá las normas y lo supervisará. También han decidido aportar más dinero para el FMI, para que pueda ayudar a los países en desarrollo y empobrecidos y poner coto a los paraísos fiscales. Sin embargo, no se acordaron más 'estímulos fiscales', dinero público para la economía real.
Según los titulares, el G20 ha cumplido. Tal vez. Un gran conocedor del mundo financiero y sus recovecos más oscuros, Juan Hernández Vigueras, teme que en realidad se haga poco, "mientras se mantenga la libertad absoluta de movimiento de capitales”. Cuanto más, opina, se rebajará el volumen del “sistema financiero en la sombra", que así denomina al oscuro mundo de los paraísos fiscales. Porque ese libérrimo movimiento de capitales no se ha tocado.
Cambiar algo para que en realidad nada cambie, como se lee en la novela El Gatopardo de Di Lampedusa; que no se vaya al fondo de los problemas, que todo quede en agua de borrajas. Esperemos que no, aunque, como ha escrito David Harvey, profesor del Graduate Center de Nueva York, la clave para “salir de esta crisis depende mucho de la relación de fuerzas entre clases sociales, de que gran parte de la población diga: hasta aquí hemos llegado; hay que cambiar”. Cuando Roosevelt puso en marcha su plan para salir de la Depresión, los trabajadores estaban organizados en sindicatos fuertes y formaban un movimiento obrero potente que influyó decisivamente para que los cambios fueran también en beneficio de las clases trabajadoras. Qué así sea.
¿Conocen la prueba del nueve? Es una sencilla operación aritmética para comprobar si una multiplicación o una división han sido bien realizadas, si su resultado es correcto. Hay una ‘prueba de nueve’ para el G20 de Londres que pretende resolver la crisis. Es lo que significa el nombre de una plataforma que agrupa a centenar y medio de sindicatos, grupos ecologistas, y asociaciones solidarias: ‘Poned a la Gente en Primer Lugar’, se llama. Esa es la prueba que no falla: si las personas son lo primero, sus intereses y sus derechos, la solución elegida será la buena. La inmensa mayoría de ciudadanos, claro.
Xavier Caño Tamayo - Periodista y escritor
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