ERNESTE Beibe y MARIANELA RUIZ Directores de Mentoring Empresario
La capacidad del juego se desarrolla en la primera infancia. Los padres juegan con los niños, les juegan a los niños. Los niños juegan con otros niños. El juego sirve como vehículo educativo a través de situaciones regladas. Cuánto más fuertes los límites, más creatividad puede desarrollarse y por ende mayor el aprendizaje.
Nadie duda tampoco que una persona habiendo aprendido las reglas del juego de niño, podrá desarrollar en su edad madura buenas y fecundas reglas de trabajo.
En este artículo queremos rescatar el espíritu de juego que debe imperar en una empresa y uno de los factores de éxito a los que conlleva la bonhomía, el gozo y la capacidad de juego. También queremos denunciar que aquél que sale de las reglas de juego desconcierta a los demás, rompe la dinámica y termina convirtiéndose en la empresa en un factor de desconcertación y desintegración con la consiguiente pérdida de dinero y energía. El empresario que no sabe jugar, no sabe trabajar.
Hablamos de juego y hablamos de articulación. A tal punto que hasta en lo sexual también hablamos de juegos sexuales. Del juego de bisagra, del juego de un codo, de la mano, del tobillo, del juego entre las personas. Es un espacio de libertad con límites reglados. Si la bisagra no tiene juego no abrirá la puerta. El brazo con su codo, si no está articulado, no servirá para jugar, para escribir, ni maniobrar objeto alguno. Sin el interjuego no habría relación entre las personas porque o estarían muy pegadas, sin posibilidad de movimiento mutuo o tan despegadas que no tendrían ni relación ni futuro. Desde la época de las cavernas, el hechicero en sus juegos rituales enmarcaba zonas mágicas dentro de las cuales se generaban situaciones de juego que se convertían en acciones para los demás miembros de una tribu.
En el aquí y ahora estos lugares mágicos están demarcados por una serie de valores, límites y concertaciones entre las personas. Límites precisos que hoy están determinados por reglas unívocas. Así por ejemplo, el ajedrez precisa de concertación y concentración, respeto por el otro, códigos comunes a los jugadores, respeto por el propio tiempo, estrategia para llegar a una meta, ganas, pasión, humor, paciencia, saber perder y tener tolerancia a la frustración, entrenamiento, sutileza, inteligencia emocional y racional, memoria, observación, manejar la duda, (la duda arruina nuestra existencia), rapidez en los reflejos, imitación y modelos de identificación, constancia, perseverancia, técnica, aprendizaje.
En la empresa las acciones deben corresponderse con concertación y concentración, respeto por el otro, códigos comunes a los jugadores, respeto por el propio tiempo, estrategia para llegar a una meta, ganas, pasión, humor, paciencia, saber perder y tener tolerancia a la frustración, entrenamiento, sutileza, inteligencia emocional y racional, memoria, observación, manejar la duda, (la duda es muy cara para la empresa), rapidez en los reflejos, imitación y modelos de identificación, constancia, perseverancia, técnica, aprendizaje. Y en todos los casos, en las empresas, el espíritu de red y el espíritu de equipo sumado al gozo de la eficiencia y el valor agregado (ganancia económica).
Por lo general, el juego es tomado como una actividad social pero a través de estas palabras podemos comprender que cumple una función social. Parece que habláramos de lo mismo pero no es lo mismo. La segunda hace referencia al aprendizaje.
Sabemos que desde el jardín de infantes, el juego se utiliza para poner las bases de un conocimiento e inserción social del adulto y por extensión la empresa puede proponer dentro de una atmósfera de juego: la construcción, la reproducción de modelos, el armado de estrategias, el negociar y decidir de una manera creativa la planificación y establecimiento de metas. La escolaridad primaria, secundaria y terciaria se ocuparon de reforzar lo racional en detrimento del juego y, situaciones que uno podría vivir naturalmente dentro de esta atmósfera de interrelación y acabamos por desecharlas de nuestro diario vivir, olvidándonos así del gozo, y del valor que tiene el cometer errores como base fundamental del aprendizaje. De errores y aciertos está constituida nuestra vida y no contemplar ambas caras de la moneda es perdernos la oportunidad de aprender.
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