19 julio 2009

Argentina - Jorge Pérez Tamayo, el dueño de los cielos

Hay una historia de la que Jorge Pérez Tamayo no quiere hablar. Ocurrió hace tres años, meses después de un histórico paro que, en 2005, los empleados de Aerolíneas Argentinas les hicieron a los españoles del grupo Marsans. Durante bastante tiempo, más de 60 pilotos que habían tenido el desatino de ir a trabajar pese a la huelga vieron sus nombres escritos en una lápida, en la entrada de la sede de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA). "Pisar a los carneros" fue por algunos días la consigna oral de los rebeldes.

La piedra tuvo que ser tapada por orden de un juez que dictó una medida cautelar tras una presentación de los 60 perjudicados. Pérez Tamayo, presidente de APLA desde hace cinco años, se niega a hablar de ese tema. El episodio, sin embargo, sirvió para darle a la entidad, siempre reticente a la estructura gremial y acusada a menudo de elitista, la bienvenida a la estética del mundo sindical. Algunos todavía le reprochan a Pérez Tamayo haber tomado la decisión, pero la afiliación de APLA a la CGT cambió la historia de los pilotos, de Marsans, de Aerolíneas y, como siempre en estos temas, de los pasajeros.

Para quién juega

¿Quién es el hombre de 60 años que habla perfecto inglés porque se crió en el barrio de Queens, Nueva York, que fue elegido para llevar a Cristina Kirchner en los viajes presidenciales al exterior en un Airbus 340 y que se dio el gusto de ahuyentar o echar -da lo mismo-de la conducción de la línea aérea a Gerardo Díaz Ferrán, uno de los empresarios más poderosos de España, accionista de Marsans?

Hace por lo menos tres años, en plena ebullición gremial durante la gestión del español Antonio Mata al frente de la empresa, un alto directivo de Aerolíneas recibió una llamada en su teléfono celular, en presencia de este cronista. Con el aparato pegado a la oreja, su cara se tensaba a medida que decodificaba el mensaje. El ejecutivo se quedó mudo un instante. Después reflexionó en voz alta, acaso para sí mismo: "Un avión acaba de tener un inconveniente y va a tener que aterrizar de emergencia -dijo-. El piloto es Pérez Tamayo. El tipo puede ser lo que quieras, pero es un piloto de la puta madre. Es de los buenos en serio". El incidente terminó bien y acaso no fue grave. Pero alcanzó para entender, con la espontaneidad que dan las casualidades, la valoración que tienen del piloto incluso sus enemigos.

Aun así, muchos de los afiliados no lo quieren. Dicen que en el gremio es autoritario y, peor, no siempre del todo racional. "Es una mezcla de Galtieri y Hugo Moyano, ¿me explico?", resumió alguien que le conoce toda la carrera en la línea de bandera.

¿Para quién juega? Esa es la pregunta que todos se hacen y, acaso, la más difícil de responder. Una evaluación rápida seguramente lo ubicaría como un aliado del Gobierno, sobre todo después de su inestimable apoyo para sacar de Aerolíneas a los españoles -a quienes acusaba de "estar vaciando la compañía"- y dejar a la empresa en manos estatales. Sin embargo, para no pocos observadores, se trató sólo de una alianza circunstancial favorecida por el hecho de que, en aquella oportunidad, los objetivos personales de Pérez Tamayo coincidían con los del Gobierno. ¿Volvería a ser tan diligente de no mediar su interés personal? Un abogado amigo del gerente general de Aerolíneas, Julio Alak, quedó sorprendido cuando, días atrás, durante un encuentro informal, hablando sobre el próximo desafío electoral que enfrenta el Gobierno, al piloto se le escapó un comentario sobre su deseo de que "estos pierdan las elecciones". Otra vez: ¿para quién juega? Para sí mismo, insisten quienes lo conocen más.

Pese a ser su piloto oficial, casi no tiene trato con la Presidenta. La saluda cuando llega y la despide cuando se va. "¿Usted estuvo en Malvinas?", le preguntó la jefa del Estado durante el último viaje a Londres, cuando se acercó a saludarlo y advirtió una condecoración en su saco. En realidad, fue 19 veces a las islas pero como civil, llevando soldados.

Hijo de Lorenzo Pérez Tamayo, jefe del departamento de Abastecimiento de Aerolíneas Argentinas durante 46 años, el piloto presidencial se presentó por primera vez en la compañía en 1971 y fue reprobado en uno de los exámenes escritos. Insistió, tres años después, e ingresó como piloto el 11 de octubre de 1974. "Si hubiera entrado por mi viejo, no me habrían bochado, ¿no?", se jacta ahora.

Hoy, Pérez Tamayo es la puerta que hay que tocar para tener el privilegio de pertenecer a Aerolíneas Argentinas, tras la incursión kirchnerista, perpetrada hace un año. Cuatro Airbus 320 que trajo Marsans el año pasado durmieron varios meses en Ezeiza y fueron devueltos después de la negativa de los pilotos a volarlos por, dicen, falta de repuestos. La jugada costó 14 millones de dólares. APLA alentó, en cambio, el ingreso de 150 pilotos que todavía no han encontrado ni ocupación ni destino por falta de aeronaves; los inactivos ya llegan a 250 en todo el grupo. El líder sindical tiene, además, uno de sus tres hijos en la empresa: Diego, de 34 años, copiloto del Boeing 737-500.

Bastante de toda esta historia tuvo que ver con el Gobierno. Que decidió, ya que de esto hablamos, darle aire al dirigente gremial. Tanto el ministro de Planificación, Julio De Vido, como el secretario de Transporte, Ricardo Jaime, encontraron en este ultraconvencido de la necesidad de una Aerolíneas Argentinas estatal, impetuoso y acaso nostálgico, el eslabón perfecto para cumplir un objetivo que ahora parece obvio, pero que en los primeros años del kirchnerismo no todos advertían: el avance del Gobierno en las empresas privadas. Se convirtió así, mediante paros recurrentes, en la principal fuente de hostigamiento para Marsans.

Un monstruo imparable

Un axioma del mundo aeronáutico dice que no hay nada más dañino para una empresa aérea que un piloto con poder. Una raza comparada a menudo con los cirujanos, tan necesarios, tan venerados, tan soberbios. El propio Gonzalo Pascual, otro de los españoles accionistas de Marsans, suele bromear con que tiene "cuatro hijos y un piloto".

Así, el monstruo creció. Tanto que ya ni Jaime ni De Vido pueden pararlo. De Vido intentó, hace un mes, en una reunión en la que también participó el camionero Hugo Moyano, regañarlo por una desafortunada coincidencia de la que Pérez Tamayo pretende desentenderse: durante el fin de semana largo del último 1° de mayo, por diferentes desperfectos, varios aviones de Aerolíneas quedaron varados en distintos lugares del mundo. Hubo retrasos, reprogramaciones y, claro está, quejas de los pasajeros. APTA, el sindicato de los mecánicos, enfrentado con los pilotos, dice todavía que eran 23 aviones y que en 11 de ellos coincidió, curiosamente, la denuncia de la misma falla. Para los mecánicos, demasiadas casualidades en un solo fin de semana. Pérez Tamayo contesta que no fueron 23 sino "no más de siete u ocho".

Más allá de las cifras, el Gobierno y los mecánicos creen que se trató en realidad de un paro encubierto para presionar a Jaime por otra pelea que los pilotos arrastran desde hace tiempo con sus pares de la Unión de Aviadores de Líneas Aéreas (UALA). Ambas agrupaciones se hostigaban en esos días la una a la otra: había 9 hombres de APLA en Austral, dominada por UALA, y 25 de UALA en Aerolíneas, el emporio de APLA. "Eso no es verdad: la medida de fuerza encubierta no existe; cuando paramos, paramos", contesta Pérez Tamayo, que se afeitó parcialmente la barba a principios de este año. "Fue una promesa que hice si echábamos a los gallegos", explicó una vez en confianza. "Y el candado, ¿cuándo te lo vas a sacar?", insistió alguien. "Cuando hagamos cagar a los de UALA".

Hizo la primaria en los Estados Unidos y la secundaria en el Colegio Nacional Mariano Moreno. Alto y flaco, estas dos condiciones le valieron quizá un sobrenombre con que lo llaman todavía en los gremios: "Pajita". Los veteranos de Aerolíneas Argentinas dicen que la rebeldía le vino en realidad de grande, y que siempre tuvo una excelente relación con el vicecomodoro Juan Carlos Pellegrini, administrador de la empresa entre 1974 y 1983. "Le faltaba venir con la manzana", dijo un ejecutivo. El piloto niega el vínculo.

En pocos meses, el dirigente sindical irá por su tercer mandato. Entre sus colaboradores están Pablo Biró, vicepresidente del gremio; Mateo Ferrería, secretario Administrativo, y César Vega Fernández, un afiliado que fue detenido y liberado en marzo de 2006 tras haber agredido, durante una protesta callejera, a una familia que intentaba cruzar el piquete en una camioneta. Son ellos, cuentan en la empresa, los que tratan directamente con el gerente de Recursos Humanos, Mario Benard, o el propio Julio Alak para las incorporaciones de personal.

Esta sugestiva política de Recursos Humanos pone nervioso al sector más profesional de la empresa. Algunos gerentes se alarmaron en los últimos meses porque varios pilotos han aprobado el ingreso sin saber una sola palabra de inglés. La Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) exigirá el dominio del idioma para todo el mundo en 2011. "Hay tipos que no dicen ni OK", se espantó un directivo de la compañía.

La otra dificultad tiene que ver directamente con el poder gremial: el piloto que no se lleve bien con APLA podrá estar muchos años en la empresa sin despegar siquiera los pies del piso. Lo acredita una veintena de aviadores que tuvo que emigrar en los últimos años a otros países por haberse llevado bien y ocupado cargos operacionales con Antonio Mata, algo así como el lucifer del universo de APLA.


Quién es

Nombre y apellido: Jorge Pérez Tamayo

Edad: 60

Infancia en Nueva York: Se crió en Queens, Nueva York. Allí cursó la primaria. Hijo de un empleado de Aerolíneas Argentinas, en 1971 reprobó un examen para el ingreso a la empresa. Reintentó a los tres años y lo logró.

Piloto presidencial: Presidente de la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas, en pocos meses irá por el tercer mandato. Es el piloto del Airbus 340 en el que viaja la Presidenta.

Fuente: La Nación (Argentina)

Autor: Francisco Olivera

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