La semana pasada me pasó algo extraordinario, mientras estaba durmiendo, a las 3 de la mañana. Había sido un día normal: empezó muy temprano, autopista, oficina, armar clases, autopista, familia, relax, juegos, cena y a la cama.
Uno de esos días en los que hago muchas cosas y llego cansado pero contento al final del día. Cuando estaba totalmente dormido, más o menos a las 3 de la mañana sentí un leve toque en el hombro que me despertó y vi, medio entre sueños una figura extraña sentada al lado de mi cama.No si era porque estaba todavía medio dormido, pero lo veía como borroso, como rodeado de una especie de bruma. Estaba vestido -como disfrazado- con unas ropas muy raras.
A pesar de la situación totalmente anormal, me transmitía mucha tranquilidad, porque me recordaba a los genios de los cuentos que había leído desde chico. Yo ni había llegado a reaccionar cuando me miró a los ojos, con una enorme sonrisa y me dijo:
"Rodrigo, te concedo un deseo. El deseo de tu vida. Decime en 10 segundos lo que querés de la vida y yo te lo hago realidad."
Automáticamente se me empezaron a ocurrir muchas cosas, pero no eran tan importantes como para pedírselas al genio, no me iba a gastar el deseo pidiéndole cambiar el auto, o arreglar la humedad de la pared del living.
Empecé a buscar más profundo para encontrar exactamente qué quiero y hacia donde voy en la vida, para aprovechar esta tremenda oportunidad.
Pero no alcanzaron esos 10 segundos. El genio -que hacía como que miraba para otro lado, para no ponerme nervioso- volvió a mirarme a los ojos, siempre sonriente, aunque ahora con un gesto de resignación, como que no estaba contento por la situación, y me dijo: "Rodri, como hacés tantas cosas todos los días, pensé que tenías muy claro qué es lo que querés".
Y desapareció.
Evidentemente los genios disfrutan cumpliendo deseos y no les gusta irse sin poder hacerlo.
Me quedé pensando: "¡qué genio mala onda, me podría haber dado un minuto al menos!", pero enseguida supuse que si me hubiera dado más tiempo no le habría alcanzado para todos los deseos que quería ofrecer esta noche.
Y ya estaba por volver a retomar el sueño, cuando la última frase del genio explotó con toda la fuerza de la verdad en mí adormecida cabeza. Con el efecto de un terremoto que abrió una grieta en el suelo me apareció la pregunta:
"¿y por qué hago todo lo que hago si no sé para qué?"
¿Cómo es que todo el tiempo hago cosas, cómo decido por algunas alternativas y desecho otras, si no sé a dónde estoy yendo?
Si no soy yo el que planifica mi camino, ¿estaré siguiendo automáticamente el camino que otros han recorrido?
¿Cómo sé si me estoy acercando o me estoy alejando de lo que quiero, si no sé lo que es?
Ahí me di cuenta que los 10 segundos que me había dado el genio para elegir eran más que suficientes. Lo que quiero de la vida no es algo que tengo que preguntarme cuando aparece el genio a tratar de cumplirlo, es una decisión, un horizonte, una hoja de ruta, que voy tratando de recorrer con cada una de mis elecciones.
Preguntas finales:
- Todo el tiempo estoy eligiendo. Elijo levantarme temprano, ir a trabajar, estudiar, estar con mi mujer y mis hijos, con mis amigos, dar clases, venir a hacer la columna, hacer un asado el domingo, elijo cosas que me gustan y cosas que no me gustan del todo.
¿Soy completamente consciente de que puedo elegir libremente, dentro de las alternativas válidas que se me presentan, y que nadie me puede obligar a elegir algo que no quiera?
Voy a trabajar un poco más en eso.
- Si apareciera el genio nuevamente ¿podría responderle, aunque me diera solamente 10 segundos?
Voy a prepararme para tener esa respuesta siempre lista, pero ojalá que no aparezca, así voy disfrutando del paisaje mientras recorro el camino.
Rodrigo Castiglione
rodrigo@castiglione.com.ar
El presente artículo fue emitido como columna de marketing en el programa “En Línea Con Franco” por Radio Continental, el día 29 de agosto de 2009. Este material se puede copiar, distribuir y utilizar en otros artículos, mencionando la fuente.
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