Hablábamos el otro día de las distintas formas de enfrentarse al destino que tienen los viajeros. Y decíamos entonces que “cada visitante, viajero o turista tiene sus propias necesidades, se enfrenta y enfoca al destino de manera distinta y así lo quiere disfrutar. Lo ideal sería aplicar un enfoque de larga cola, líquido, en el que los distintos viajeros pudieran relacionarse con el destino según sus deseos y necesidades, cogiendo de ese destino aquellos servicios que le fueran más deseables”.
“Generamos así”, añadía el texto, “un efecto larga cola al partir de una serie de servicios no necesariamente de aceptación masiva, pero que unidos dan consistencia y personalidad al destino”.
Este enfoque, más desde el punto de vista del propio destino, se ha de nutrir de una predisposición del propio visitante a un enfoque segmentado, o mejor dicho microsegmentado. Aunque es posible que más que una predisposición a deberíamos hablar de una actitud hacia, una actitud hacia la asunción de enfoques personales, hacia la relación individual con el destino, con el producto y con la marca. Sabemos que en muchos sentidos estas reflexiones se solapan con las del artículo mencionado, pero es interesante comprender la visión líquida, segmentada y personalizada desde el punto de vista del viajero para tener la foto completa.
El viajero ha aprendido a dejar de ser turista, a obviar los paquetes, los viajes en grupo y a enfrentarse a su experiencia turística desde su propia individualidad. Por supuesto en esto ha tenido mucho que ver Internet, pero no sólo desde un punto de vista puramente tecnológico, sino también psicológico. La posibilidad de conseguir más información y fuera de los canales “oficiales” le ha permitido crear su propia visión del destino, alejada en muchos casos de esa “oficialidad” y nutrida de fuentes paralelas que el viajero entiende como más honestas y descontaminadas.
Esto ofrece una seguridad como hasta ahora no tenía y una aprehensión y conocimiento previo del destino más completo y entendible. El viajero se siente dueño de su propia experiencia y con la seguridad de rediseñarla a su antojo y según sus necesidades.
Es necesario que las empresas y gestores del destino tengan esto en cuenta, porque afecta profundamente al modo de gestión, a la forma en que deben relacionarse todas las partes, agentes y actores del destino. Como pregunta Eduardo Punset ¿Cuántas realidades existen?. Posiblemente existen tantas como seres humanos, y también tantas formas de vivir el destino como viajeros. Si a eso sumamos las distintas visiones que cada miembro de un grupo o de una unidad familiar tiene, la cosa se complica. No es lo mismo lo que espera un padre que una hija, no busca el mismo disfrute una madre que la abuela que viaja con nosotros. Y a todos debemos contentar.
Al final la cosa es más complicada de lo que en principio podría parecer, y con la multiplicación de actores se crea un ecosistema que podemos tratar de configurar a modo colaborativo o con la tensión de la competencia constante. En el primer caso siempre podremos aprovechar sinergias generadas en nuestro entorno, en el segundo perderemos mucho tiempo de búsqueda de posicionamiento y creación y difusión de un mensaje que creemos que nos pertenece y debemos controlar.
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